LA GRAN MURALLA. CHINA CONTRA EL MUNDO.

La “Gran Muralla” ni es una sola barrera monolítica, ni tiene dos mil años de antigüedad, ni tiene la longitud que se le atribuye, ni fue admirada por los propios chinos hasta hace relativamente pocos años, ni es el único monumento construido por el hombre que se ve desde la luna, ni sirvió de frontera entre naciones y culturas; y como estrategia defensiva fue una inutilidad.
Tal vez el inicio de esta reseña sea un poco brusco, pero ¿cómo si no voy a conseguir atrapar la atención del lector con este título? Podría empezar relatando alguna anécdota:¿Sabían ustedes que en el siglo II en China, al igual que en Roma, trabajar para el estado era una actividad honorable y se elegían a los funcionarios a través de un rigurosísimo proceso selectivo?¿Y que los exámenes de acceso eran tan duros que llegaron a provocar rebeliones populares?
Puedo citar la historia de la primera y única emperatriz, Wu Zetian, que se rodeó de concubinos y a los 70 años volvieron a salirle los dientes y las cejas debido a los afrodisíacos que tomaba para gozar de sus dos nuevos amantes.
O que hubo un rey que jugaba con su concubina a encender las almenaras de las torres para reírse de los jefes militares que llegaban corriendo a palacio (y que, por supuesto, no acudieron el día que las almenaras se encendieron porque el enemigo, esta vez sí, se acercaba a la ciudad).
¿Y si escribo sobre los “Muros de la Democracia”? Un electricista en 1978 pegó un cartel en un muro con críticas a la situación política de su país, iniciando con ello un movimiento ciudadano espontáneo que empapeló varios muros en Pekín con carteles y dibujos donde los ciudadanos se quejaban de la persecución política y de la pobreza. Muros que en algunos meses después fueron destruidos, con la consiguiente encarcelación de algunos de los osados “abajofirmantes”.
Bueno, si leyendo ya ha llegado alguien hasta aquí, ha de saber que el objetivo de este ensayo es, utilizando como metáfora la GRAN MURALLA, el símbolo por excelencia de China, analizar la historia y la cultura de este país. En palabras de su autora, intentar explicar la visión del mundo de sus habitantes, la contradictoria y desconcertante actitud que manifiestan en muchas ocasiones los chinos hacia el mundo exterior, que se ha convertido en una constante histórica y en un hábito cultural. La muralla es la encarnación de la postura sinocéntrica frente al mundo exterior, un símbolo destacado del aislacionismo chino.
Y todo ello de una manera sorprendentemente amena, haciendo un pequeño viaje a través de la historia de China, desde la construcción de las primeras murallas durante la dinastía Qin en el siglo III a.C., hasta la creación en los recientes años 90 (1990) de la denominada “Gran Muralla Cibernética” para restringir la libertad de uso de internet. Este ensayo no pretende ser un resumen de la historia de los últimos dos o tres mil años de este país, pues no es este su objetivo.
El hilo conductor, como ya se ha explicado, es la Gran Muralla. Más exactamente las murallas septentrionales, las construidas a lo largo de las fronteras del norte. Y el libro empieza, como esta reseña, destruyendo los mitos que se han ido alzando alrededor de aquella.
Pero a continuación, entre anécdotas, dinastías, hazañas bélicas, trascripción de antiquísimas poesías o relatos de viajeros europeos del siglo XIX, nos sumergimos en un paseo sorprendente por determinados eventos históricos que han ido conformando, a juicio de la autora, la idiosincrasia China. Descubriremos que la mayoría de las murallas chinas (salvo los trozos de lo que se denomina”Gran Muralla”, restaurados por el régimen comunista) no se conservan porque se utilizaba principalmente tierra en su construcción, y que la primera de todas se construyó por el temor de un rey ante un oráculo. Nos contarán que en la antigüedad las murallas se asociaron con la tiranía de dinastías denostadas, caprichosas y dictatoriales, que utilizaron a sus súbditos como esclavos en la construcción de proyectos públicos y dilapidaron las riquezas del estado, y por esa razón durante muchos años la palabra muralla fue proscrita, y sustituida por fortificación larga. Que en algunas épocas fueron el vertedero de la sociedad, el “gulag” del poder. Seremos testigos de la influencia de los jesuitas como propagandistas de la muralla y de la cultura china en Occidente, de la pasión que despertaba esta construcción entre los viajeros del siglo XIX (pasión que, por cierto, no se extendía a los propios chinos) y, finalmente, más cerca de hoy que de ayer, conoceremos cómo Sun –Yat- Sen primero, y luego Mao Zedong la convirtieron en un símbolo de patriotismo, un monumento para reforzar la unidad nacional, el emblema de la resistencia de los chinos al exterior.
El principal defecto que le puedo atribuir a esta obra es la mala costumbre de la autora de volver atrás en el tiempo en el hilo de la narración. Y eso, cuando uno no es sinólogo y no está habituado al devenir de las dinastías Qin, Zhou, Quin o Ming puede ser, a ratos, desconcertante. Pero como el libro se complementa con unos cuantos mapas y varios apéndices clarificadores, esta objeción es superable. Y como no soy especialista en historia China, pues tampoco podría cuestionar si la interpretación que hace la autora de determinados eventos históricos es razonable o no. Pero sí parece que está documentada.
A pesar de estos “peros”, como ya he señalado, la narración está trenzada con anécdotas, historias de cama, traiciones, descripción de míticas ciudades multiculturales, eunucos soberbios, profecías y, cómo no, la sonoridad de nombres como “El Reino del Cielo”, “Período de los Reinos Combatientes”, “Dragones de Tierra” o “Risa de Luna”. Por ello la lectura es ágil y accesible a cualquier profano en la materia.
Para el lector que pacientemente ha llegado hasta el final, trascribiré la frase atribuida a Gengis Khan a propósito del objeto de esta disquisición: “La eficacia de las murallas depende del valor de los hombres encargados de custodiarlas”.
Un libro para curiosos en general, interesados en Oriente en particular o personas que se quieran iniciar en los misterios del Gran Gigante asiático.

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